Ya he dicho que, cuando empecé a escribir la primera página de la novela, no sabía ni cómo iba a acabarla. Sólo tenía una idea vaga en la cabeza: incluir una historia en el ambiente de
Eso me llevó a plantear la estructura de la novela de un modo diferente al habitual. Por lo general, las novelas están escritas a partir del relato de un narrador o de uno de los personajes. Pero el ambiente de
Naturalmente, el trabajo duro llegaría a la hora de ordenar los relatos de los personajes. Y debía pensar muy bien en ese orden no sólo para que el lector no se hiciera un lío con tanta opinión y tanta gaita, sino como medio de aumentar el interés de la lectura. El orden de los relatos, entonces, debía jugar un papel esencial en el modo de comprender el argumento. Pensé un poco y en seguida me di cuenta de que, sin pretenderlo, estaba dotando a la novela de un guión. Y la verdad es que me pareció muy apropiado, sobre todo por tratarse de una época en que los cómics tenían su peso en la vida diaria y los guiones eran algo más que una burda sucesión de planos violentos.
O sea que ya lo tenía. O no tenía nada, vamos, pero podía empezar cuando quisiera y además con la certeza de que el resultado, bueno o malo, tendría una solidez que no tenía un par de días antes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario