Fernando G recupera las movidas políticas callejeras de
Hace tiempo que tenía ganas de entrar y contar alguna cosa sobre aquellos turbulentos aunque, desde luego, nada aburridos años. Lo cierto es que soy de los que han tenido el privilegio de leer la novela de
Lo que voy a contar pudo suceder en el año 1977 o en el 78, no lo recuerdo con exactitud, pero yo tendría por entonces 20 ó 21 años y aún militaba en EL PARTIDO; o sea, en el PCE.
En la ciudad norteña donde vivía en aquellos años, nuestros grupos, pandillas, cuadrillas, en fin, todos los que pensábamos de una forma parecida, parábamos por los mismos bares y zonas, eso sí, bien separaditos de las «zonas fachas», y aunque en ocasiones los encuentros eran inevitables, la cosa no pasaba de unos cuantos tortazos y puñetazos. Al fin y al cabo era una ciudad pequeña y todos nos conocíamos o habíamos ido juntos al instituto en muchos casos. La cosa solo se complicaba cuando los «guerretas» (GUERRILLEROS DE CRISTO REY) venían de fuera, y eso sucedía de vez en cuando. Después de todo, aquello era la capital de la provincia, ZONA NACIONAL, como lo llamaban ellos, y allí se movían a sus anchas.
Por aquellos tiempos los bares cerraban muy temprano y eso hacía que, cuando chapaban todo en EL ANTIGUO, muchos nos moviéramos hacia El Alcor, un bareto de barrio que, a puerta cerrada, recogía a todos los despojos de la noche. Allí había de todo, putas al final de su jornada, policías, quinquis, rojos, algún falangista local que se había perdido... vamos, toda una fauna que en cualquier otro lugar habría sido imposible; pero se mantenían las distancias. El Alcor era tierra de nadie y se respetaba una especie de tregua no escrita... hasta aquella noche.
Sobre las cinco de la madrugada salíamos del bar El Josmi, su hermano Roberto y yo. Echamos calle abajo y no habíamos recorrido ni treinta metros cuando oímos aquellas voces, «¡Hijos de puta! ¡Rojos! ¡Josmi, cabrón, estás muerto!», o algo parecido. El Josmi era muy conocido (con el paso de los años llegó a ser un alto cargo en
Volver arriba quedó rápidamente descartado. Seis u ocho de aquellos animales nos cortaban el paso y venían derechos a por nosotros con las porras en la mano. En décimas de segundo lo tuvimos claro. Ellos estaban frescos, eran robustos e iban armados. Nosotros estábamos colocados, éramos tres y, la verdad, no teníamos dónde llevar una hostia en aquel momento. Así que hicimos lo que teníamos que hacer: correr.
Mientras corríamos comentábamos la situación con voces entrecortadas. Habíamos visto quién daba las órdenes a aquellos energúmenos. Era «El Garfunkel», un pijo de la vecina ciudad con muy mala leche y bastante peligro (el mote le venía por su parecido con el inefable «ART»), y eso quería decir que nuestros perseguidores eran de allí, donde había dos o tres grupos de guerrilleros bastante más duros que nuestros fascistas locales y con los que ya habíamos tenido algún encontronazo.
Corrimos como locos hasta que nos dimos cuenta de que estábamos solos. Nadie nos perseguía, así que aflojamos el paso y poco a poco nos íbamos tranquilizando cuando, al doblar una esquina, apareció al fondo de la calle una de las furgonetas que rápidamente enfiló hacia nosotros. Vuelta a correr, y esta vez bastante más acojonados. Si a nosotros tres nos dedicaban toda una furgoneta, estaba claro que también nos querían dedicar un poco de su tiempo... a solas. La cosa tenía muy mala pinta.
Atajamos por el viejo campus de Ciencias, metiéndonos por vericuetos entre las facultades por donde la «furgo» no podía pasar, dimos vueltas para arriba, para abajo, y nos escondimos entre los edificios, siempre sin perder de vista a los fachas que, a su vez, daban vueltas por los alrededores sin atreverse a bajar del vehículo. No conocían el terreno y éste era un verdadero laberinto de callejas y pasadizos donde era sabido que más de un «gris» había salido malparado en alguna manifestación.
Pasado un buen rato se largaron y nosotros pusimos pies en polvorosa en dirección a
Al final la cosa se resolvió como se resolvían muchas de estas situaciones en aquella época, incluso en los enfrentamientos con los «grises»: un portal abierto. Nos colamos dentro, cerramos la puerta, nos sentamos en la escalera y aún los oímos pasar por delante un par de veces, pero estábamos a salvo. Miramos el reloj y vimos que eran poco más de las seis de la madrugada; o sea que no había pasado mas que una hora desde el primer encuentro. A nosotros nos parecía que habían pasado siglos.
Estuvimos allí sentados hasta que fue haciéndose de día y empezamos a oír el ajetreo del barrio comenzando una nueva jornada. Entonces salimos, aún con mucho cuidado, pero evidentemente ya no estaban.
Nos encaminamos al bar de Julio y por fin, con un café delante, nos miramos y respiramos. Luego, a dormir.
Estas cosas y otras parecidas pasaban bastante a menudo en aquella EJEMPLAR TRANSICIÓN, pero eran «menudencias», se decía.... Sin embargo, de pequeñas «menudencias» se compone la historia.
DEDICADO A JOSE CARLOS, QUE ESTABA EN EL OTRO LADO.
3 comentarios:
Debo decir que aunque estuve en multitud de manifestaciones y que formé parte de algún grupo de chavales que hacíamos pintadas nunca me vi envuelto en peleas con los "rojos" tal vez por mi corta edad de los (15 a los 17), si estuve en el valle de los caidos con mi padre incluso una vez que vino Blas Piñar a Barcelona formé parte de la seguridad rodeando el coche junto a mi tio(policia nacional), asistí a algún 20N a la plaza de Oriente visité varias sedes de FN,siempre en calidad de hijo de mi padre , que me llevaba a todos estos sitios y tuve oprtunidad de palpar ese mundillo, lo suficiente para poco a poco irme separando del mismo de la manera más simple, debo decir que actualmente soy votante de Esquerra Republicana, creo que con esto quedan claras muchas cosas.
Un abrazo y espero que lo entendais.
JOSE CARLOS
conozco a José Carlos,
Es una buena persona (qué mejor adjetivo?) .
Mucha otra gente está impregnada desde tierna edad en entornos poco recomendables, y acaban más radicales que sus ancestros.
Eso sí, lo de votar a esquerra sí que no lo entiendo colega!
Será por ir de un extremo a otro ...
Er jose
Ese Fernando!
anímate y cuéntanos más.
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