martes, 4 de marzo de 2008

Textos Libres. César (2)

Con tanto comentarista hablando de El Hombre de Pekín, al final he recordado una anécdota de los primeros tiempos del grupo. Fernando aún no era el cantante. Recuerdo perfectamente que él y yo estábamos en no sé qué bar cuando se nos acercó no sé quién y nos dijo que el grupo iba a actuar en un colegio mayor cuyo nombre he olvidado. El caso es que fuimos en calidad de espectadores y también a modo de equipo de seguridad. Los estudiantes del mencionado colegio mayor tenían fama de maleducados e incluso de gamberros peligrosos. Al parecer, los componentes del último grupo que había actuado ante ellos habían salido por piernas para evitar ser linchados.

Vosotros dedicaos a ver el espectáculo y, si pasa algo, empezáis a dar tortas nos dijo un miembro del Hombre de Pekín.

—Bueno.

Desde luego, había muchas posibilidades de que pasara algo. El Hombre de Pekín no era un grupo de música al viejo estilo del Rock’n’Roll, con una puesta en escena agresiva y unos artistas de brazos musculosos y tatuados. Muy al contrario, los componentes del grupo salían a escena disfrazados de hombres prehistóricos, estaban más bien raquíticos y, pese al ritmo acelerado de la mayor parte de temas, de ninguna manera podía hablarse de agresividad musical o cosas por el estilo. Nada más ver la estampa de algunos de aquellos estudiantes peinados con brillantina comprendimos que podía haber problemas. Eran niños pijos salidos de colegios masculinos y con una musculatura conseguida tras muchas horas de gimnasio.

—Será cuestión de repartir leña —dijo Fernando.

El teatro donde iba a tener lugar el espectáculo era muy acogedor, con su escenario y sus filas de asientos siguiendo un diseño a la antigua, pero no disponía de más salidas que la que también servía de entrada. Eso nos dejaba en una situación clara de indefensión. Fernando ya estaba buscando una barra de hierro o, en su defecto, algún otro objeto que también sirviese para abrir cabezas. Montamos la escena, el tinglado de cables y lo demás, y esperamos hasta que empezó a llegar el público.

Desde luego, entraban con ganas de guerra. Fernando y yo cazamos al vuelo ciertos comentarios que hablaban de la bronca que iban a armar si no les gustaba la actuación. Y para qué nos íbamos a engañar: eso era lo más probable. En cuanto vieran al Xavi disfrazado de Jefe de la Tribu se lanzarían sobre el escenario como lobos sobre corderitos. O sea que nos preparamos para rechazar a aquellos bestias. Pero no hizo falta.

El Hombre de Pekín abrió la sesión con un tema marchoso para calentar el ambiente. Vi de reojo cómo se relamían los que tenían más pinta de folloneros entre los estudiantes. Y entonces pasó. El Jefe de la Tribu lanzó al público unos objetos que debían provocar un efecto de niebla tranquila en el patio de butacas y todo el local empezó a llenarse de un humo brutal que hizo llorar y salir corriendo a los estudiantes. Y es que el Jefe se había equivocado al comprar y, en lugar de hacerse con dos inofensivos efectos especiales, había adquirido un par de auténticas bombas de humo que, en un local pequeño y cerrado como aquel, se convirtieron en un arma propia de salvajes. Los estudiantes, en el exterior del local, no podían entender de qué iban los tíos esos que, vestidos ridículamente de hombres prehistóricos, les habían hecho huir como a nenas. Uno de los cabecillas más radicales me preguntó, con los ojos llenos de lágrimas:

—¿Esto forma parte del espectáculo o se les ha ido la mano?

—¿Si se les ha ido la mano? ¡Qué va! ¡Ahora empieza lo fuerte!

Les encantó. Un momento después estaban todos bailando en el interior del teatro al son de los ritmos del Hombre de Pekín, en medio de un ambiente irrespirable a causa del humo y locos como cabras de alegría.

El grupo fue contratado de nuevo por aquel colegio mayor. Los estudiantes de la brillantina y los músculos de gimnasio no se lo habían pasado mejor en su vida.

—La próxima vez vendré con un lanzallamas —dijo el Jefe de la Tribu.

9 comentarios:

Anónimo dijo...

no se el número total de conciertos que dimos ...,
200, 300 ,...?
De los primeros casi ni me acuerdo, excepto del 1º en Hilarios claro ...
PEro situaciones del tipo que comentas, pues hubo más de una, jeje!
Incluso con peligrosidad para el propio jefe, que a veces tenía deslices como el que comentas, y se pasaba la mano con los petardos!
Que nos quiten lo bailao!
er jose

Anónimo dijo...

Recuerdo ese día César.
No recuerdo el sitio porque lo del humo pasao de rosca ocurrió en varias ocasiones pero recuerdo que todo pintaba que iba a haber ensalada de tortas.
Fue bestial, la actuación hacía unos diez minutos que había empezado cuando apareció el humo y fueron desapareciendo progresivamente las figuras del "hombre de Pekin" hasta no ser más que unas voces y sonidos acorpóreos.
Yo creí que me iba a morir de la risa. Al cabo de un rato el humo empezó a bajar las escaleras dirigiéndose al foro donde estábamos los fans mezclados con los musculitos y la gente estaba tan desconcertada que no se atrevían a decir ni mu. No sabían si iba de cachondeo, formaba parte del show o bien era un incidente involuntario.
Pero lo mejor de todo es que cuando se fue disipando la niebla, la música nos fue envolviendo a todos en un buen rollo tal que casi acabamos abrazándonos con el agresivo personal colindante.

Anónimo dijo...

Esta fue muy buena. No me acordaba. Lo gracioso del caso es que en lugar de partirnos la jeta con ellos en plan hell´s angels rollinstoneros, tuvimos que sacar las bombas de humo para que no se nos desgraciase alguién. Por cierto, el jefe cumplió con lo prometido, y en studio54 me pegó fuego en los pantuflos, que debía ser curioso verme dar botes con los pies ardiendo. Pa habernos matao.

MIGUEL ANGEL DÍAZ DE QUIJANO SANCHEZ dijo...

Me habeis hecho llorar de risa, lo habeis conseguido de nuevo, buf!.
que bueno.
mike

Anónimo dijo...

Lo cuentas de miedo Cessar

Si es que habia algo en torno al Homo pekinensis que lo hacia mágico. Era una especie de duende Woodstokniano pero en chapuza.

Ese día no se puede borrar de mi memoria, Me recuerdo tocando y cantando sin ver absolutamente nada más que un humo rosa y pensando... si los otros siguen, yo sigo.

De la música, ni rastro porque cada quien iba a su bola.

Cuando se disipó la niebla toda la tribu seguía ahí, como estatuas bailarinas, impertérritos ante el gas pink panther mostaza, y los pijillos bailando como condenados.

Lo que me gustaría saber es qué le dijo Fernando al guardia urbano que le preguntó por la bomba de humo que continuaba contaminando la calle. porque fuiste tú ¿no? (al menos yo lo recuerdo así)

Porque, ahí, al lado de la plaza Calvo Sotelo, el hueco de un árbol fue el sitio escogido por Fernando, que se erigió el héroe del dia para dejar la "latita" que continuo su fiesta inundando el barrio.

Y es que si no la saca, nos mata la asfixia; mejor que lo hicieran las risas. Memorable.

Pepe para los amigos

Anónimo dijo...

Oyesssss, Pepe, ¿por qué no cuentas tú algo que sucediera entre bastidores?

Anónimo dijo...

Veamos sessar...

La memoria es esquiva, se ha hablado del jefe y creo que somos injustos.

En realidad ¡era mucho más peligroso de lo que aquí se ha dicho!.

Para muestra dos botones.

En Manresa, en un polideportivo, le montaron un escenario pequeñito para que hiciera sus pócimas y encantamientos. Estaba situado delante del escenario principal y media unos dos metros de lado.

Todos creimos que era una decisión razonable, teniéndolo un poco apartado, en su "isla-escenario" pensábamos que el peligro era menor.

Errare humanum est.

La cosa iba bien hasta que decidió encender el fuego para no sé que ritual. un fuego de verdad, y animarlo con un paño con el que le hacía reverencias.

Imaginar un paño volando sobre las llamas....

Desde el escenario grande yo le miraba sin apenas pensar en lo que cantaba, porque aquello no podía acabar bien.

Como en la historia del colegio mayor continuamos con la música, entre perplejos y admirados del savoir fer del Jefe, que era enorme.

Las llamas alcanzaron dimensiones preocupantes, pero el jefe lo resolvió a su manera...

Se mataba de la risa mientras apagaba el desastre en vivo y en directo.

Y el otro botón, en Castelldefels, actuando con las Tacón.

Decidió colocar petardos en los rincones más insospechados, debajo del teclado, en la línea frontal del escenario o debajo de la mísmisima minifalda de cualquiera del grupo.

Pero, para dar dramatismo a la situación decidió que lo mejor era ¡NO DECIRNOS NADA!.

La actuación fue excitante donde las haya. En la playa, junto al mar, los petardos del jefe evocaban el desembarco de Normandia.

Tu tocabas y rezabas, porque en cuanlquier momento te explotaba algo en las narices. Y puedo asegurar que el Jefe no compraba los petardos en casetas de feria.

No sé si era el Kashogui el que le vendia la munición o tenía un contacto con el Ira.

Y el como siempre, riendo y diciendo, ¡No pasa nada!.

Entrañable el Jefe y sus cosas.

Ya me seguiré rascando la neurona a ver si sale algo más...

Un abrasso

Pepe para los amigos

Anónimo dijo...

Es que Xavi era mucho Xavi.

El otro día lo ví por la calle. Está igual!

Tiene un corazón que no le cabe en el cuerpo.

Anónimo dijo...

eo Pepe!!! (soy amigo!)
fueron muchos momentos intensos, los recuerdo con mucho cariño!
No me acordaba de lo de Castelldefels!
divertido!
Cómo lo pásabamos !!
Y haciendo lo que más nos gustaba!!
No todo el mundo ha tenido esa suerte.
Ya contaré yo también alguna otra anécdota simpática.
Saludos,
Er Jose