Lluis nos habla hoy de la educación en los tiempos anteriores a
Yo viví en aquella época gris, en aquella época oscura, gran parte de mi infancia y mi juventud.
Primero fue aquel colegio. Parecía que el primer objetivo fuera asustarnos. Aquellos castigos: encerrados a oscuras en el «cuarto de las ratas» (todo un clásico). Al principio era tenebroso (más por no saber lo que podrías encontrar allí que por el cuarto o la oscuridad en sí), pero luego, con el tiempo, dejaba de darte miedo y, por lo tanto, de ser efectivo para los que lo utilizaban para «aterrorizarte».
Luego fue el colegio de los «Hermanos».
Los primeros cursos (¡¡éramos muy pequeños!!), con aquellos profesores que parecían estar sacados de una película de cine negro. Con aquella autoridad que marcaban con sangre (la letra, con sangre entra), con aquellos procedimientos incomprensibles que existieron (aunque, visto en perspectiva, parece imposible) y perduraron en el tiempo.
Las revisiones de nuestra higiene. Nos hacían enseñar las uñas y, si las teníamos largas, recibíamos un golpe con la regla de madera en la punta de los dedos. Los guantazos, con el consiguiente «algo habrás hecho» de algunos de los padres de nuestros compañeros (que no de los míos, por fortuna) y la ridiculización frente al grupo. Y era mejor no protestar, porque, quien lo hacía, recibía más. Era su forma de educar y formar (al cuerpo y al espíritu).
Se entraba a clase en formación. Los profesores de gimnasia (y algunos otros) eran militares (y no eran los peores, en algunos casos), había imágenes de Franco en el comedor y en algunas de las aulas y zonas comunes y existían clases de gente (y gente con clase, que decía aquel). Especialmente los «soperos» (como se les conocía), que eran niños de familias de pocos recursos que pagaban su manutención y sus estudios (muy al espíritu del «fundador») sirviendo las mesas en los comedores y limpiando, y que comían aparte y con una dieta «especial» (a base de sopa y poco más; de ahí lo de soperos).
En el «recreo» jugábamos a la pelota, a arrancar cebollas, o al «cavall fort» («el churro», que era un juego que hoy en día podría considerarse «salvaje» pero que nos encantaba... sobre todo para quitarnos del cuerpo toda la rabia acumulada). Un amigo se inventó un juego que consistía en formar equipos y pelearnos los unos contra los otros, lo que motivó más de una ida y venida al «botiquín». Por esos juegos, un compañero pasó gran parte del curso con el brazo escayolado.
Recuerdo aquellas «campañas» del Domund, obligados a pedir por toda la ciudad cargados con aquellas pesadas huchas de barro que reproducían cabezas de niños de otras etnias y culturas (el negro, el chino, el indio...). Y los castigos para aquellos que volvieran con las huchas vacías o poco llenas. Podían incluso acusarte de ladrón si la recolecta no salía según sus deseos. Y las campañas de navidad, con aquella habitación llena de latas y botes de comida, de turrones, de vino, de champagne... para los pobres... (turrón del duro, para los pobres. Duro, como su vida).
Me acuerdo también de aquellos bocadillos (de la cantina) con tortilla hecha de harina y agua (cuando no se podía comer carne). Tortilla con trampa, que decía mi madre.
Recuerdo aquellas misas, aquellos confesionarios, aquel arrepentimiento y aquellas tenebrosas charlas sobre el castigo infinito que recaería sobre los pecadores. Sobre el infierno y la redención de los pecados. Sobre los purgatorios...
Para mi cabecita, aquello era lo más asfixiante. Pensar en que, si obraba mal, sería castigado para siempre, por toda la eternidad. No podía contener el vértigo de imaginar algo que no tendría nunca fin (todo niño necesita saber dónde están los límites y dónde una cosa empieza y acaba) y que además debía de ser tan doloroso (quemándonos en el fuego eterno del infierno).
También aquellos intentos de toqueteos y demás «actos cariñosos» del hermano que nos daba mecanografía y que todos odiaban (aparte de un par de raritos a los que ya les iba bien) o los sermones «franquistas» del profesor de historia (¡¡increíble!!¡¡Un facha reconocido y convencido, enseñando historia!! Su historia. La historia de los vencedores, para los vencidos). Aquellas increíbles marchas y demostraciones de fin de curso ante los padres (prietas las filas...) y el orgullo de profesores y formadores.
También recuerdo los razonamientos absurdos de algunos de aquellos «científicos de la enseñanza». Uno de ellos tenía por costumbre, cuando le preguntabas por algo que no entendías, responder: «Pues si no lo entiendes... ¡¡te compras entendederas!!» (con lo que todas las dudas se disipaban).
Todo aquello nos convirtió, a algunos, en niños muy creativos e imaginativos. ¡¡Había que huir de aquella realidad fuera como fuera!!
Pero también tengo (a pesar de todo) buenos recuerdos de aquella época. Los amigos (cuando las situaciones son duras, la amistad se refuerza), las sesiones musicales (me gustaba la música y cantar... era como un soplo de aire fresco en un ambiente tan triste y gris), los cines del sábado por la mañana (con aquellas películas históricas, que todavía recuerdo) y un profesor de historia y religión de los últimos años que aprovechaba sus horas de clase para leernos libros sobre viajes o historia y con el que teníamos una complicidad especial.
Los mayores representaban el soplo de libertad que todos ansiábamos: con sus largas melenas y sus barbas, fumando en los servicios y mirándonos por encima del hombro, hablando de chicas y de tantas cosas que todavía teníamos que descubrir.
Retratan muy bien aquel ambiente y aquellos años, dos trabajos musicales posteriores: Devocionario, un mini-lp de los Golpes Bajos y, especialmente, «Veus de lluna i celobert» de Ramón Muntaner.
Luego los «hermanos» se volvieron muy progres y el centro cambió. Se admitieron chicas y se cambiaron retratos y enseñas, para continuar siendo aquel centro «modélico» que cualquier padre desearía para sus hijos.
12 comentarios:
Recuerdocuando hacía E.G.B., en el Durán y Bas, cuando se iba el profe dejaba a un pelota de encargado que si te veia hablar te sacaba a la pizarra , lo malo era cuando llegaba el profe para poder sentarte tenías que pasar delante de el que te daba con un palo en el culo, algunos nos poníamos lapices y a veces estos se rompían de lo fuerte que atizaban los muy cabr..., creo que era muy desproporcionado para unos crios, los morados en el trasero era de lo mas normal, hoy sería impensable, mi hermano Jose tenía un profe que lanzaba el borrador de la pizarra, imaginaté! si te daba en la cabeza....en 1º de E.G.B. ya cuando te equivocabas el sr Gomez que era la crem de la crem te daba unos reglazos de aquí te espero como te equivocaras, y ya te digo era de lo mejor, al entrar del patio y salir todos a formar y en fila de a uno a clase , vamos como en la mili,, no era un colegio religioso pero el parroco del barrio venia todas las semanas unas cuantas veces a dar religión, el que era demasado era el sr Sacacias solo le librarba que tenía una hija que estaba para comersela y daba clases de francés de repaso, ala cual yo estaba apuntado evidentemente, bueno a lo que iba el sr, Sacacias te decia como te pillara haciendo algo, "COMO TE PILLE TE MATO CABRON" ENSEÑANDOTE EL PUÑO TE DECIA "TOCA TOCA CABRON ESTA DURO NO?La verdad es que era muy comico alguno picaba en la mesa y se pensaba que había picado alguien de fuera y salia como una exsalación diciendo" CABRON COMO TE PILLE TE MATO " JAJAJAJAJAperdonar pero no puedo evitar morirme de risa cada vez que lo recuerdo,también recuerdo mucho a su hija pero claro es un recuerdo diferente madre mía como estaba la hija....
mike
vaya!
mike me ha recordado unas cuantas cosas!
en 4º de básica (o sea con 9 años), tuve de profe al sr Clará.
vaya personaje!
Feo como un pecao, y sordo como una tapia. Y gordo.
cuando veía a un fulano como que hablaba (el tío no oía nada), tenía una pata de silla de madera en su mesa, y la lanzaba a la cabeza del presunto hablante. Encima tenía una mala puntería de la hostia! Y el proyectil alcanzaba a menudo al vecino.
Otro caso era el sr. García, en 2º de básica (alumnos de 7 años).
Cualquier excusa era buena para atizar al personal.
Su sistema era:
¡Pon la mano! (Con los dedos juntos mirando para arriba,como los italianos cuando dicen : ma que cosa fai!).
Y se hinchaba de dar reglazos con un peaso de regla de madera maciza que hacía un daño de la hostia!
Habían chavales que cuando les llamaba y les hacía salir, se meaban del puro miedo!
Con unos amiguetes le mangábamos la regla o se la rompíamos! Pero tenía un estok considerable, el cabrón!
Más tarde, ya en "el empe" (donde conocí a César), tuve un profe de no se qué, que no me acuerdo como se llamaba, que se quedaba frito en clase constantemente.
Nuestra estrategia era esperar que se quedara completamente frito, abrir la ventana junto a su mesa, quedando la puerta tras su cabezón, y con un alumno haciendo de director de orquesta, a la de tres pegábamos un grito todos a la vez: uuaaaah!!
Y el pollo se daba unos trancazos con la puerta de la ventana que flipas!
Debía tener un callo en el cogote!
Asín era!
Jose
jeje, se llamaba Guillamet, creo.
Jose
Estoy flipando con lo que contais!
En los colegios de chicas no pasaba nada de eso.
Jamás me pegaron ni ví que pegaran a nadie.
Jamás nos amenazó nadie con irnos al infierno si "pecábamos".
Si volvíamos con la hucha del domund vacía, no pasaba nada.
No teníamos cuarto de las ratas.
Y sí, claro que nos castigaban, pero el castigo era salir del aula y esperar apoyada en la pared del pasillo a que se acabara la clase.
Las monjas y las profesoras eran distintas a los curas y profesores. Y supongo que nosotras, las alumnas, también.
Nadie pegaba a nadie y éramos bastante solidarias las unas con las otras.
Como mucho le gastábamos alguna broma ligth a la empollona del curso o a alguna profesora.
Sí que me acuerdo que teníamos un profesor de religión que se pasaba toda la clase frotándose "sus partes bajas " con el canto de la mesa y, un día, se nos ocurrió pintar dicho canto con tiza.
No sé qué explicación daría al llegar a la sala de profesores con el pantalón pintado de blanco en semejante sitio!
Pero eso más que una broma fue como una especie de venganza porque a las niñas nos daba mucho asco verle siempre haciendo eso.
Mike: Lo que no acabo de entender es eso de que os metíais lápices por el culo.
César
Hola Lluís: Eres bueno escribiendo, muy bueno. Transmites de maravilla. Gracias.
Por cierto Mike: La hija del sacacias también tenía admiradores en el colegio de abajo. Los Maristas. Nosotros no compartíamos las clases con semejantes delanteras. Vamos, ni con ningunas..
(Te he mandado el oye nena a no estoy seguro qué dirección, dime algo)
Disculpa el abuso de confianza César.
Mar:
Era así. Y no he contado nada de lo más "fuerte" para no ofender a nadie.
Una sola muestra. Un chavalillo de clase le bajó los pantalones a otro en una de esas demostraciones de final de curso (lo que deslució el acto, por lo visto). Al volver a clase, uno de aquellos "santos hermanos" ;lo subió sobre un pupitre , le cogio por las orejas y dio un patadon a la mesa; dejando al pobre chaval colgando por las orejas chillando y retorciiendose (imagina!!) y originandole unas heridas en la parte trasera de las orejas, con sangre y todo (siento ser tan esplicito). Hubo incluso denuncia y el hermano desaparecio del Centro y no se le volvio a ver. Pero ocurrió (era el reino del "terror", casi)
Era muy duro, de verdad.
Ciertamente , mis hermanas iban a las monjas... y no era lo mismo (la presión era más intelectual, mas maliciosa y no tan física)
LLuis
Lluis,
yo fui a un colegio de "pijas" (jesús María) y después a otro de "proletarias" que llevaban los calcetines zurcidos. Ambos dirigidos por monjas (maravillosas mujeres y, lo digo de corazón y convencida,; creo que vosotros no podeis decir lo mismo de los curas).
Ni que decir tiene que éste último fue el colegio donde realmente me sentí bien.
Bien, pues en Jesús María había, como tú bien dices, mucha malicia intelectual y psicológica pero yo creo que tenía más que ver con la mala educación de las pijas que lo frecuentaban que con el hecho de tratarse de "niñas".
En el otro colegio había solidaridad de la buena.
Y es que los entornos chungos son un caldo de cultivo para la violencia, el egocentrismo patológico, el narcisismo, la manipulación, etc. etc. Y, está claro que donde hay pij@s el entorno es chungo.
A mí también me ha sorprendido lo de los lápices en el culo. Espero que Mike nos lo aclare.
Quiero pensar que debe haber un matiz que se ha olvidado de explicar en cuanto a la posición que adoptara el lápiz (o los lápices) dentro del calzoncillo.
Ah, y estoy de acuerdo con Fernando en que este texto de Lluis está muy, pero que muy, bien.
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