sábado, 23 de febrero de 2008

El Lado Oscuro

Creo que ha quedado claro que la Transición no fue ese momento ejemplar de la historia de España que, desde siempre, han intentado vendernos todos los partidos políticos, los medios informativos e incluso las voces de muchos ciudadanos anónimos. No me cansaré de reivindicar las luces de aquel episodio, por supuesto, pero en honor a la verdad debo reconocer que también hubo muchas sombras.

La libertad conlleva unos riesgos. Podemos vivir como gallinas en el corral, con la manutención y las comodidades aseguradas, o lanzarnos a explorar las estrellas. Desde mi punto de vista es mejor esto último que lo del corral de gallinas, claro, pero soy consciente de que el espacio es muy grande y las estrellas están muy lejos. En el camino puede pasar de todo.

Éticamente son inadmisibles las denuncias que algunos fumadores norteamericanos ponen de vez en cuando a las tabacaleras. Por lo general alegan que no habían sido informados de los perjuicios que puede causar el tabaco. Qué asco. Eso es no saber aceptar el resultado de un riesgo que uno mismo asumió en el pasado o, dicho de otra manera, eso es clamar a los vientos que uno es un mierda.

La muerte de Franco nos trajo muchas libertades. Apenas sin transición pasamos de la oscuridad más completa a un estallido violento de colores chillones. De pronto podíamos hacer de todo, leer de todo, escuchar de todo, decirlo todo. Y nadie nos había enseñado. Eso no quiere decir que los primeros yonquis no imaginaran que estaban poniendo su vida en peligro o que los rojos pudieran ignorar que los fachas irían tras ellos si hacían pública su filiación política. Al igual que los fumadores norteamericanos, quizás no estuviéramos debidamente informados, pero sabíamos de los riesgos que podían acarrear nuestros actos. No conocíamos las consecuencias a largo plazo del consumo de ciertas drogas, pero siempre tuvimos claro que, de algún modo, el cuerpo nos pasaría factura si abusábamos de ellas. De modo que era cuestión de elegir. Y de nuevo surge la pregunta: ¿Preferíamos vivir en el corral de las gallinas o salir a buscar estrellas?

Muchos de nuestros amigos murieron de sobredosis por ir a buscar estrellas. Ya he dicho que la libertad tiene un precio y no hay por qué ocultarlo. A los políticos de entonces les importó poco que una generación cayera diezmada mientras pudiera exportarse la imagen de normalidad democrática que tanto buscaban. Y a los políticos que llegaron después tampoco les importó un carajo lo que pudiera pasarnos. No he oído jamás que el portavoz de un gobierno español se haya referido a todos aquellos muchachos, que haya asumido ni siquiera una pequeña parte de responsabilidad en el desastre, que simplemente los haya recordado después de darse pisto en alguno de sus discursos. ¿Que por qué mezclo las drogas y la política? Ignoro si alguien utilizó las drogas para apartar a la juventud de una lucha revolucionaria que cada día tomaba más fuerza, pero a toro pasado pensó mucha gente que fuimos los conejillos de Indias de un proyecto político. Quizás por eso apenas se haya hablado de nuestra generación, La Inexistente.

Poco más tarde, cuando nos dimos cuenta de las consecuencias que conllevaba el abuso de las drogas, apareció el SIDA. Si muchos habían caído por sobredosis, esa nueva enfermedad se llevó a muchos más. Y ya no se trataba sólo de drogadictos. Durante una buena temporada no supimos de dónde salía el virus si es que era un virus ni cuál era la razón de que la gente degenerara y muriera muy poco después. Fue algo terrible. Cualquiera podía ser víctima de esa amenaza como surgida de una novela de Ciencia Ficción. ¿De dónde salió ese veneno? Me lo he preguntado en un montón de ocasiones y siempre he llegado a un punto muerto. Pero siempre he creído que es una enfermedad inventada, que algún científico retrógrado, religioso y conservador la creó en un laboratorio escondido en algún rincón del planeta. Tal vez en África, donde nadie sabe qué cuecen algunos gobiernos occidentales y donde se supone que nació y empezó a extenderse.

Por esas y otras razones, también hubo muchos suicidios. Las drogas, el desencanto o, en general, las escasas posibilidades de salir adelante que teníamos los jóvenes de entonces, se llevaron la vida de muchos conocidos. Tampoco hablan de ello los defensores de la Transición ejemplar. Y la amenaza de ser portador del virus del SIDA, cuando empezó a saberse de qué coño hablábamos, causó unas cuantas muertes que a veces fueron accidentales y a veces no. Recuerdo uno de tantos casos. Un homosexual de aquellos de La Movida, tan pluma y exagerado como ignorante, leyó en alguna parte que la lejía mataba al virus del SIDA. Él creía que uno de sus ligues le había contagiado y, sin ni siquiera estar seguro de ello, agarró una botella de un litro de lejía y se la bebió entera. No sobrevivió. Pero es que, que yo recuerde, tampoco sobrevivió ninguno de los que formaban su pandilla de amigos.

Así fueron las cosas. Y eso que estoy seguro de haber olvidado muchos detalles que ayudarían a comprender el desamparo al que nos condenaron los sucesivos gobiernos democráticos. Creo que mi generación lleva esa espina dentro. Así lo demuestra la aceptación de este blog, que cada día supera el número de visitantes, colaboradores y comentaristas. Hemos tenido que ser nosotros, de nuevo, quienes hagamos oír la voz de la protesta.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Me ha gustado especialmente este texto, César.
Estás denunciando algo que realmente pasó y que ningún político tuvo en cuenta.
Parece que solo se sientan responsables de lo que ocurre con la administración de los bienes comunes y con la política exterior. La parte humana y social es siempre su gran olvidada.

Un día, dos años después de que muriera Franco, conocí en un pub a 15 chicos del barrio de La Verneda y mantuve durante muchos años una buena amistad con uno de ellos, Carlos. Es asistente social.
Es el único que sobrevivió de los 15. Pero no es que hayan muerto después de 30 años, no. Ninguno de los 14 amigos de Carlos llegó a la década de los 90.
De acuerdo, en aquel barrio moría mucha más gente por causa de la droga, pero el saldo de victimas era espeluznante aquí y allí.

Anónimo dijo...

Ah, y yo también prefiero explorar las estrellas que lo del corral de gallinas.

Anónimo dijo...

Yo no protesto Amigo César. YO ME CAGO EN LA MADRE QUE LOS PARIÓ. Que sigamos vivos me recuerda mucho a la lotería. El motivo de la generación inexistente era, precísamente, la repulsión que nos originaba oir el cacareo pavoneante que salía del corral.
Un diez hermano.

Anónimo dijo...

cómo te expresas tío!
César, oh César, ...
Yo no lo habría expresado mejor (claro!).
De acuerdo 100%.
Asín era, convivimos con el riesgo, muchos de nuestros queridos amigos no están aquí para contarlo.
Somos supervivientes.
Eso sí, que nos quiten lo bailao!
Yo, a pesar de todo, he preferido guardar los recuerdos de los buenos momentos, que fueron muchos e intensos.
Aunque algunas cosas como tu bien describes fueron un poco tristes.
Un abrazo.
Er jose