sábado, 16 de febrero de 2008

El Golpe de Estado de Tejero

Hasta hoy no he querido incluir aquí un acontecimiento que, según esas particiones históricas que suelen utilizarse, acabó con la Transición y dio paso al despliegue de la democracia como hoy la conocemos. Me refiero, claro está, a la intentona golpista del Teniente Coronel de la Guardia Civil Antonio Tejero Molina. Era el 23 de febrero de 1981.

Yo estaba dibujando cómics en mi habitación. Tenía dieciocho años y aún no había publicado nada profesionalmente, pero eso no impedía que pasara casi todo el día entre lápices, pinceles y tinta china. Mi madre estaba fregando los platos en la cocina. Como solía hacer cuando no le daba por cantar mientras se dedicaba a las tareas de la casa, escuchaba una conocida emisora de radio. De pronto oí su voz que, con mucha calma, dijo:

César, ¿puedes venir un momento?

Ni me moví. Mi madre no me había llamado a gritos ni de ninguna otra manera que denotase urgencia. Con voz de cansancio, respondí:

¿Qué quieres?

Ven un momento.

¡Joder! dije, dejé el lápiz sobre la mesa y, mientras me dirigía a la cocina, pregunté de mala gaita: ¿Qué quieres?

Parece que hay tiros en el Congreso.

La mala leche se me fue de golpe. Al principio creí que Blas Piñar o algún otro ultraderechista exaltado se había liado a tiros en medio del hemiciclo, pero me di cuenta de que se trataba de algo mucho más grave en cuanto supe de la entrada violenta de la Guardia Civil. A pesar de la situación, mi madre seguía fregando platos. Subí el volumen de la radio justo cuando estaban diciendo que los tanques habían salido a la calle en Valencia. Era la guerra. Desde hacía tiempo se sospechaba que los militares estaban a punto de dar la campanada, pero la gente prefería hacer oídos sordos y continuaba con la rutina como si nada. Bueno, me dije, Y ahora qué. Mi madre, sin dejar sus quehaceres y casi sin mirarme, empezó a contarme una anécdota de cuando empezó la Guerra Civil del 36.

—¡Mamá, por favor! —le dije—. Tú pasaste una guerra y parece ser que la superaste hace ya bastante tiempo, pero yo necesito un poco de calma para saber qué he de hacer. O sea que no me cuentes ahora historias de hace cincuenta años.

En ese momento sonó el timbre de la puerta. Fui a abrir y entraron dos millones de vecinas. Algunas estaban muy serias; unas cuantas lloraban; otras, más prácticas, estaban echando cuentas de todo lo que tenían que comprar al día siguiente en el supermercado para resistir los primeros días de restricciones. En cualquier caso, todo el vecindario se reunió en mi casa. Y entonces, no sé por qué, las lloronas contagiaron a las demás y casi todas se pusieron a llorar hasta que, harto de tanta historia, dije a medio gritar:

—¡Vale ya, señoras! ¡Que si alguien va a tener que ir a pegar tiros, soy yo!

Mi amigo Alfonso estaba acuartelado en esos momentos. Entonces había que hacer la mili por cojones y estuve a punto de irme con él de voluntario a los paracaidistas, pero había una chica que me gustaba más que el ejército y al final se fue él solo. Según me contó más tarde, en cuanto se supo lo del golpe formaron a todos los paracas en el patio con los paracaídas y todo el armamento. Si la cosa se alargaba o pasaba algo inesperado, ellos iban a ser los primeros en lanzarse sobre el Congreso. Y allí estaban, viendo cómo algunos guardias civiles entraban en los edificios militares y conversaban con los mandos. Él y otros cuantos decidieron que, en el caso de que intentasen obligarles a ponerse de parte de los golpistas, dispararían sobre sus superiores. ¡Vaya movida! Siempre he imaginado la escena de mi amigo Alfonso y sus compañeros disparando contra los oficiales. Una escena de cine o de novela, vamos. Al cabo de bastante rato, harto ya de esperar, uno de ellos se acercó al sargento y le preguntó:

—Mi sargento, nosotros, ¿de qué parte estamos?

El sargento, casi sin moverse, respondió:

—Todavía no lo sabemos.

Mientras tanto, mi amigo Jorge se había fumado unos canutos en un parque de Barcelona. El pobre no tenía ni idea de lo que estaba pasando y, cuando llegó un colega y le dijo que el general Milans del Bosch había sacado los tanques a la calle en Valencia, casi se cagó de miedo a causa de la paranoia producida por los porros y salió corriendo hacia su casa. Según me dijo al día siguiente, mientras corría como un poseído creía oír, en las calles cercanas, el ruido brutal de los tanques al rodar sobre el asfalto.

En casa no paraba de sonar el teléfono. Las vecinas seguían llorando y mi madre y yo nos turnábamos para contestar a las llamadas o para abrir la puerta del piso, porque continuaban llegando vecinas de Dios sabía dónde. Había algunas a las que yo no había visto en mi vida, pero por las confianzas que se tomaban cualquiera las habría considerado como habituales de la casa. Y el teléfono seguía sonando. Creo que sonaba en casi todos los domicilios españoles. Me consta que el padre de unos amigos, militante en un partido de extrema derecha y hombre de confianza del líder, recibió la llamada de un grupo de apoyo a La Causa:

—Tenemos listas las metralletas. Cuando quieras.

El golpe de Tejero no fue ninguna broma. Estoy seguro de que, si se hubiera producido en una época anterior, sin la información de que dispusimos entonces, habría acabado de un modo muy diferente. Tal vez a tiros. Aunque también creo que la gente, en general, no tenía ganas de repetir lo del 36 y no estaba dispuesta a seguir a Tejero ni a ponerse en contra con el fusil en las manos. Sin embargo, hasta que el Rey salió por la tele vestido de Capitán General y diciendo que se acabó, no respiramos tranquilos.

Hay quien cree que el Rey estuvo involucrado en el golpe. Yo no. Se me hace muy difícil creer que el propio Rey pudiera pensar en deshacer lo que tanto esfuerzo le había costado conseguir. Sin embargo, soy de la opinión de que el Rey sabía de las intenciones de los golpistas y les dejó hacer para pillarles con las manos en la masa. Un par de años antes había habido otra intentona, la Operación Galaxia, protagonizada por los mismos individuos. Ya digo que sé que mucha gente no va a estar de acuerdo conmigo, pero me da igual. Para mí el Rey estuvo a la altura. Y estoy seguro de que, por mucho que diga, toda esa gente que sospecha del Rey también respiró, aquella noche, cuando le vio en la tele.

10 comentarios:

Anónimo dijo...

¡¡¡Viva el Rey!!!

Anónimo dijo...

A mí me pilló en Valencia. Qué miedo pasé.
Si, gracias al Rey todos respiramos. Pero ya que lo mencionas, a mí con el Rey me pasa lo mismo que con Tierno Galván, no sé qué pensar de él. Parece que lo hace bien, pero no acabo de entender cómo lo consigue porque parece más preocupado por vivir bien que por las cuestiones de estado.
No sé. Me tiene despistada.
Quizás sea porque en este país ser rey es fácil; casi todos los españoles estan dispuestos a hacer reverencias a su paso y eso no le pasa a ninún político. Estamos esperando a que muevan un pie para criticarlos.
Parece como si el Rey tuviera un poder que no se tiene que ganar día a día. Solo cuando alguien da un golpe de estado, por ejemplo.
Bueno, de momento parece que no nos ha ido mal con él.

Anónimo dijo...

Teniendo en cuenta que estamos en España y que, aquí, las cosas importantes se dirimen an la mesa o en la barra, no es de estrañar que parezca que su majestad de él esté todo el día de juerga. A mí me cae chachifetén. La de concesiones que debe de tener que hacer, el pobre.

César Galiano Royo dijo...

Y eso que dice Mar de que ser Rey es fácil... Bueno, no quisiera yo verme cada día en un desfile o dando la mano a auténticos cabrones por razones de Estado u oyendo himnos y más himnos o yendo a cagar con la escolta o qué sé yo cuántas cosas más. A mí, al menos, no me resultaría nada fácil.

Anónimo dijo...

César, y si gracias a darte la mano con esos cabrones, te regalasen un barco impresionante, pudieses vivir en un palacio y tirarte a un montón de prostitutas de lujo, tampoco te resultaría fácil.

César Galiano Royo dijo...

Mar: Veo que me has entendido y por eso no has puesto interrogantes en tu último texto.

Anónimo dijo...

Veo que tú también me has entendido y te has dado cuenta de que iban interrogantes.

Anónimo dijo...

joé,
que recuerdos más chungos, tío!
mi padre estaba encantao, claro!
y yo cagao de miedo!
recién llegao de la mili, y con un broder en los paracas!!
suerte que al final el jefe (nuestro reyesillo!), tomo la decisión que tomó.
en el momento, yo creí que el rey dudaba en qué hacer, debía tener presiones de todo tipo, y de todos lados.
todo aquel tiempo (no recuerdo si fueron horas, o días), cagaíto!
ufff!
qué descanso cuando mandó a los militronchos a los cuarteles!
le debemos mucho.
solo por eso merece un cierto respeto, aunque se pegue la vida padre.
siempre he dicho que me hubiera gustado nacer príncipe!
como en los cuentos, colega!
er jose

MIGUEL ANGEL DÍAZ DE QUIJANO SANCHEZ dijo...

Yo creo , y después de haber visto algunos documentales al respecto, que al rey le pilló bastante en bragas, aunque supongo que también se lo temía,pero algunos militares le permanecieron fieles en estos momentos , incluso alguno le puso al tanto de lo que pasaba para que reaccionara e hiciera lo que tenía que hacer y si, reaccionó y puso a todos en sus sitio, los golpistas pensaban que el rey se pondría de su parte , pero calcularon mal,la situación en España en aquellos momentos era muy critica, la eta asesinaba a diestro y siniestro a militares y policias casi cada día,había mucho paro y las libertades que corrían por España a los del antiguo regimen les tenían preocupados.
Yo PARTICULARMENTE LE ESTOY MUY AGRADECIDO AL REY aunque actualmente vote a Esquerra, lo cortes no quita lo valiente, ole sus pelotas reales lo bien que lo hizo , sin duda aquella acción la ha valido su reinado, a ver Felipe si se lo gana también.
Un abrazo
mike.

Anónimo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.