lunes, 18 de febrero de 2008

Textos Libres. Faby

Faby es francesa. Nos envía un texto en el que hace un paralelismo entre lo que sucedía en París, donde vivía en aquella época, y en la costa catalana, donde pasaba los veranos. Al parecer, eso del respeto a la libertad de imagen era un concepto que no existía en ninguna parte. Ya dijimos que quien quiera puede contar sus experiencias durante la Transición y publicarlas en este blog. Basta con enviar el escrito a: cgalianoroyo@gmail.com


En 1981 ya llevaba varios años veraneando en Cambrils y yendo de fiesta a Salou. Por supuesto soy de la generación post-Franco. Incluso cuando iba a casa de mi suegro y veía los cuadros de Franco, José Antonio Primo de Rivera y compañía, no sabía ni quiénes eran (será porque soy guiri y tenía 12 años cuando palmó).

Por cierto, cuando los conocí (a mi suegro y a Franco), me enseñó y me tuvo toda la tarde jugando al parchís y bebiendo gazpacho (mi suegro), mientras mi chico (Jose) se acicalaba (ducha y tal después de no aparecer por casa en un par de días).

No sé lo que creíais de lo de la pasma, pero me parece que era internacional, y no sé si tiene mucho que ver con Franco, la verdad. Mi loock en la época era bastante más new wave que punky, pero me paraban igual en todas partes. En Salou, en Cambrils, en París y en cualquier sitio en el que nos juntáramos los amiguetes. De hecho, mi primera experiencia de ese tipo fue en Londres (y solo tenía 13 años).

En esa época yo vivía y estudiaba en París. Cada tarde (casi) la policía me paraba en el metro, me registraba y me hacían las mismas preguntas de siempre (¡a algunos ya los conocía de tantas veces que me pararon!):

—¿Llevas polvo blanco?

—¿El qué? ¿Harina? —respondía yo, muy provocadora.

—¡No suelo hacer pasteles en el metro! ¿Llevas hierba?

Y aún más chula, le decía:

—Pues no, ¡no soy una vaca!

—¡Levántate las mangas! —decía entonces el poli.

—¿Para qué? —le decía.

—¡Para ver si tienes pinchazos, claro!

—¡Solo me pincho en los dedos cuando me arreglo la ropa! —(me arreglaba los pantalones para estrecharlos).

Ya veis. Me ponían casi en bolas, las manos contra la pared en el metro, y hacían que me quitase las botas, ¡que costaba un huevo! Y así cada día (bueno, un día sí y otro no), en la parada de metro de Châtelet-Les Halles, mientras los rastas vendían chocolate en el banco de al lado, tan panchos.

Si os puede consolar, creo que en todos lados, en esa época, a todos los jóvenes nos pasaban cosas parecidas.

2 comentarios:

César Galiano Royo dijo...

Hola, Faby. Quizás, como dices, las detenciones arbitrarias por la calle fuesen un asunto internacional en aquellos tiempos, aunque en Ámsterdam, por ejemplo, donde yo anduve en un par de ocasiones por aquellos años, no vi nada de eso. Muy al contrario, los punks pululaban por la ciudad con una tranquilidad envidiable. De todas formas, seguro que la policía de París o de Londres era diferente. En cualquier caso, recuerda que la policía española de finales de los años 70 era todavía la policía franquista. Unas respuestas como las tuyas a un policía de aquí te habrían supuesto en aquel entonces, por lo bajo, tres noches en comisaría y una buena paliza.

Anónimo dijo...

Qué gracia me ha hecho lo que has comentado, Fabi. Yo también me entraba los pantalones y, a mano!Con los tejanos me hacia polvo los dedos.