miércoles, 13 de febrero de 2008

Textos Libres. Estela

Conocí a Estela cuando ella tenía siete u ocho años. Yo iba a menudo a su casa porque era amigo de sus hermanos. Recuerdo a una niña que siempre estaba observando y apenas decía nada. Aunque observaba, eso está claro. Es muy interesante su punto de vista porque no le tocó protagonizar aquella época, pero presenció todo lo que sucedía desde una posición de privilegio. Ya dijimos que quien quiera puede contar sus experiencias durante la Transición y publicarlas en este blog. Basta con enviar el escrito a: cgalianoroyo@gmail.com.


Ahí va algo de lo que yo recuerdo. No se si sirve, ni si viene al caso, pero es lo que yo recuerdo. Sois vosotros vistos desde fuera, desde los ojos de la niña que yo era. Tal vez sirva para crear ambiente.
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No sé muy bien si soy un ejemplar demasiado tardío de la Generación Inexistente o un precoz bicho raro de la posterior, que sé yo. Pero también hay algo de aquella época que este tinglado de César me ha hecho recordar.

De Franco sólo recuerdo el día en que murió, pues mi padre me dijo solemne (yo tenía 5 años) que «Hoy es un día muy importante que debes recordar toda tu vida». Tate. Mi padre, absolutamente consternado a imagen del tal Arias, nada tenía que ver con los abuelos de mi mejor amiga, abriendo botellas de champán con contagiosa alegría al grito de «¡Por fin! ¡Nos casamos!». Eso tan raro sí era importante. Nosotras, por supuesto, no entendíamos nada con cinco añitos.

A partir de ahí empieza la lluvia de recuerdos. Como las peligrosas bandas que estaban en boca de todos (la de la Moneda daba un miedooo). Joder, en cualquier momento te salía alguno pidiéndote la pasta, la chupa, o lo que fuera que le gustase.

También recuerdo las constantes peticiones de documentación de la pasma. Por Dios, éramos niños. En el 80 se llevaron a un amigo con 11 años por no llevar el carné encima, que por supuesto aún ni tenía. Después de aquello nunca creímos que la pasma estuviese a nuestro favor.

O las tribus urbanas y la importancia de pertenecer a una. El vuestro era un grupo extraño que yo observaba de cerca, pues con chantajes y pataletas de niña mimada conseguía que mamá obligase a mis hermanos a llevarme con ellos. Había punkis, hippies, rockers, skins, mods, pijos y gente rara. Desertores delicados, ladronzuelos de poca monta, rebeldes hijos de papá, yonkis que jugaban al ajedrez, poetas y escritores borrachos, músicos de violín y otros que aporreaban cajas, dibujantes de cómics (guarros, añadiría mi señor padre), y qué se yo. Los bancos de los parques estaban siempre repletos de chavales (¿dónde se meten ahora?) pues no había mucho dinero y sí muchas ganas. A menudo se os veía guitarra en mano en un parque, con alguna birra entre las piernas, por supuesto fumando, y escribiendo, dibujando, tocando, charlando. Y riendo, claro. A veces esperaba al hermano de turno a la entrada de un bar jugando a la charranca mientras él pinchaba discos. Otras me escondía tras las puertas de casa leyendo esos cómics (guarros) que papá me había censurado. Escuchaba las anécdotas del día a día fascinada por ese mundo que aún me estaba prohibido. Joder, casi le arrancan el cuello a Mike con una cadena de moto por no estar dispuesto a dar su chupa. No puedo olvidar tantas hostias ajenas, hostias oficiales, familiares y entre amigos, hostias en la calle, por la tele, en casa y en la vida. ¿Recordáis a vuestros compañeros de clase? Mientras mi padre iba a pegar carteles por Blas Piñar, y escuchaba himnos a la patria y discursos (¡discursos!) de Franco en la ducha, yo me sentaba a los pies del tal Blas con unos 6 ó 7 años para ver películas del Novio de la muerte. Y mis hermanos se batían con los mismos tipejos adolescentes en clase que llevaban pistolas en las botas. Eso cuando había clase, claro, porque también había huelgas. Mi padre tenía una bandera con un botoncito que la hacía subir al son del himno nacional. Todo un prodigio de la tecnología que observábamos con asombro. Y mi hermano en la mili, en pleno golpe de estado, mecagüendiez, qué susto. No entendí por qué mi padre parecía tan contento. Desde luego, todo parecía muy extraño.

No sé por qué siento nostalgia de una época que no he vivido. Cuando crecí lo suficiente, ABSOLUTAMENTE TODO había terminado.

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo también recuerdo, como dice César, tu cara de observadora, Estela. De todas maneras, no creo que te hayas perdido nada que valiera extraordinariamente la pena. Yo creo que nosotros lo explicamos con nostalgia porque ha pasado tiempo y en algunos momentos lo pasamos muy bien pero creo que eso es algo inherente a la juventud y no a la época. Seguro que ha habido tiempos mejores.
Me ha gustado mucho tu relato. Tú también estabas ahí con nosotros.

César Galiano Royo dijo...

Mar: No estoy de acuerdo contigo en absoluto. Vivir los cinco años de la Transición política no es lo mismo que vivir los cinco primeros años noventa, pongo por caso.

Anónimo dijo...

Caray hermana., me has dejado de piedra , yo con mi mala memoria no recordaba el detalle de la cadena, si el cabezazo en la ceja que me hizo llevar el ojo morado dos semanas al menos, eso si, no entiendo como no me la quitaron, y eso que sacaron navajas, acojonante!
que grande eres hermana.
mike

Anónimo dijo...

Ya lo sabía que no ibas a estar de acuerdo conmigo, César. Es que tú eres un romántico y te gusta pelear por las cosas en las que crees pero yo pienso de manera diferente en relación a esta cuestión.
A mí me hubiera encantado que las cosas hubiesen llegado solas, de manera natural porque era lo que tocaba. Eso hubiera sido sinónimo de sensatez e inteligencia. Y esa es la transición que a mí me hubiera gustado vivir. La que corresponde a un pueblo que, de manera unánime, está hasta las narices de que se le controle y dirija y que por fín hace bien las cosas pero sin necesidad de que nadie ponga en su sitio a nadie sino como consecuencia de la razón, la libertad y la naturalidad que debería de imperar en cualquier ser humano. Pero eso no fue lo que pasó.
Y estoy de acuerdo contigo que no fue lo mismo vivir la transición política que los cinco primeros años de los noventa, por ejemplo, pero eso no me consuela.

Anónimo dijo...

Esta es mi niña!
Hola hermanita!

Pues sí, nos hacemos mayores, esta claro!

Estela siempre ha sido "mi hermanita".

Visto así, muchos recuerdos vienen a la memoria (joer, como pasa el tiempo!).

Unas cosas eran más fáciles, y otras menos.

En el entorno familiar, en el entorno escolar, y en la focking calle.

Pero creo que la mayoría teníamos una actitud positiva, a pesar de todo.

No se trata de nostalgia.
Y valió la pena, y tanto!

Así nos va a unos y a otros.
Según la actitud (positiva o no) de cada uno, y el esfuerzo por "sobrevivir", empeño, constancia, etc., etc. pues estamos como estamos.

Yo los recuerdos y anécdotas que guardo, con más o menos cariño, es de un época difícil pero feliz, que quieres que te diga.

A pesar de los pesares (que pesares habían y varios, como sabes).

Saludos a todos.

er jose

César Galiano Royo dijo...

Sea como sea, Mar, aunque la Transición fuese algo forzado (que, en parte, lo fue, al menos políticamente), siempre será muy diferente vivir la guerra que la posguerra.

Anónimo dijo...

Sí César. Completamente de acuerdo en esto que acabas de decir.
Mira, tengo a Diego (Anónimo Veneciano) aquí detrás solidarizándose contigo y diciéndome que la romántica soy yo y que además de romántica soy una "utópica". snif.

Fernando Sarto dijo...

Me Alegra ver mi querida Estela que sigues siendo tan guapa como siempre.